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domingo, 1 de agosto de 2010

Arantzazuko Andre Mariaren Kofradia

El Caballero de la Espuela Dorada
Francisco Igartua

Tierra signada por el destino con la sombras trágicas de las luchas intestinas, los esquinazos, las pugnas y tensiones internas, no podía ingresar a la historia de la cultura Occidental de manera distinta a como lo hizo. Al llegar al Perú, Francisco Pizarro, el extremeño analfabeto, astuto e inteligente que lo conquistaría, encontró al Incario saliendo de una guerra civil en la que Atahualpa venció a Huascar; y al morir Pizarro (asesinado) se volvió sin cuartel la sangrienta pugna que ya separaba a pizarristas y almagristas, guerra civil entre españoles que concluyó con Gonzalo Pizarro enfrentándose al rey, rebeldía que lo llevó al cadalzo.
En estas matanzas, los "vizcaínos" (así se les identificaba a todos los vascos) participaron activamente en ambos bandos, siempre en grupo, pues el temperamento y el euskera, que los aislaba de los demás, los hacía participar en cofradía. Había, por lo tanto, cofradía vasca en las dos partes.
Andagoya no fue, pues, el único vasco vinculado a la incorporación del Perú a la historia de Occidente. Varios fueron los euskaldunes que acompañaron a Francisco Pizarro en la empresa que el alavés, por hallarse enfermo, le cedió al extremeño. Entre ellos destacó Domingo de Soraluce, uno de los trece que, en la isla del Gallo, prefirieron seguir al dorado Perú que pregonaba Andagoya, antes que volver a Panamá "a ser pobres", pasando así a la historia como "Los Trece de la Fama", entre quienes también figura un Esquibel con el nombre de Rivera.
Soraluce, nacido en Vergara al finalizar el siglo XV, acompañó a Pizarro y Almagro en los primeros pasos de la conquista del Perú, aunque, por haber quedado en San Miguel de Piura (primera ciudad fundada por Pizarro) no estuvo en Cajamarca en la captura y ajusticiamiento de Atahualpa, aquel Inca que entregó como rescate, sin lograr misericordia, un cuarto repleto de oro. Este crimen fue desaprobado por el vasco Rada, quien proponía enviar al Inca a España, y fue condenado por el emperador Carlos V.
Donde reaparece Soraluce es, acompañando a Almagro, en la fundación de Trujillo, también en la costa como Piura. Y en varias crónicas se relata que el vergalés acompaño a Francisco Pizarro en su viaje a España para que se le reconociera el título de Conquistador del Perú. Aunque algo más le concedió la Corona a Pizarro (lo hizo Marqués) y encumbró a hijosdalgo a los miembros de su comitiva, a excepción de Soraluce al que le dio la orden de Caballero de la Espuela Dorada, ya que por ser "vizcaíno" era de por sí hidalgo.
Muchos otros vascos estuvieron presentes en esos primerísimos capítulos de las conquista del Tahuantinsuyo (el Imperio Inca) y la historia registra al lado de Soraluce a Pedro Vizcaíno (la primera baja, en un enfrentamiento con indios antes de llegar al Perú) y a Salcedo, Navarro, Avendaño, Lazcano, Isasaga, Aguirre (Pedro), Azpeitia, Echandía.....
Sin embargo, el Caballero de la Espuela Dorada, Domingo de Soraluce (los cronistas de la conquista peruana alteran de diversos modos su apellido) no estuvo muy a gusto en la milicia y retornó a Panamá para dedicarse a los negocios entre el itsmo y el Perú, siguiendo así la huella de su amigo Andagoya. Aunque en algo fue muy distinto al seriote alavés (casado éste virtuosamente en primera y segundas nupcias). Soraluce, el Caballero de la Espuela Dorada, fue amigo de los devaneos amorosos. Hasta el punto de que, habiéndose comprometido para volver al lado de Pizarro, prolongó y prolongó su estada en Panamá por amor a Juana Ruiz, dama hermosa que llegaba de España a Panamá para reunirse con su esposo en Nicaragua. Durante un tiempo, ya de vuelta en el Perú, lo acompañó y superó ampliamente en estos lances amorosos su sobrino Juan Ortiz de Vergara. Serían ellos, aunque más el sobrino que el tío, los que sentaron la fama de caballeros galantes que alcanzaron algunos vascos que circularon por América.
Pero volvamos a Panamá a los tiempos anteriores a la llegada de doña Juana Ruiz.
La decisión de volver al lado de Francisco Pizarro no se debió a un renovado interés de Soraluce por la milicia, sino a la visita de Hernando Pizarro, quien pasaba por Panamá llevando el quinto real al Emperador. Al ver los relucientes cántaros de oro, los vasos de plata y los mantos de plumas que le mostraba Hernando Pizarro, se decidió el Caballero de la Espuela Dorada a volver al Perú. Sin embargo, en el barco en el que saldría para España el hermano del Marqués llegó doña Juana Ruiz, la belleza que impactó al vasco y le hizo olvidar los mantos de plumas, los cántaros y los vasos del quinto real. Por esta razón retrasó su vuelta al Perú y la fue retrasando y retrasando. Hasta que un día hizo contactó con Pedro de Alvarado, el conquistador de Guatemala, quien se había aproximado a Quito y montaba una gran escuadra para ir al Perú a apoderarse del Cuzco. Decidió Soraluce tomar partido por Alvarado y se ocupó de reforzar la expedición armando dos barcos que tenía en Panamá. Pero pronto llegó gente de Almagro al itsmo y se iniciaron negociaciones con Alvarado, negociaciones que concluyeron en una transacción económica y la retirada de Alvarado a Guatemala.
Los caprichosos vaivenes de la política colocaron al Caballero de la Espuela Dorada en la realidad y como su vocación no era precisamente la milicia, salió de todos modos hacia el Perú con las dos naves que tenía fletadas, la "Buenaventura" y la "Santa Clara", pero no cargadas de armas y caballos como tenía previsto, sino de abundante mercadería. Siguió, pues, en los negocios, que era lo suyo, hasta que, muy enfermo, decidió viajar a España. Murió en la travesía y lo enterró en Panamá su amigo Pascual de Andagoya.
Después del arreglo con Alvarado en Panamá, muchos de los vascos que se habían enrolado en las filas del gobernador de Guatemala pasaron a las de Pizarro y Almagro, el artífice del acuerdo con Alvarado. La mayoría eran amigos de Soraluce, pero no lo siguieron a él en los negocios sino que persistieron en la aventura hasta el final y algunos participaron en la muerte de Pizarro. La historia registra los nombres de Ayala, Añasco, Guevara, Idiaquez y Rada, quien sería la mayor figura almagrista.
Don Domingo de Soraluce nunca dejó de estar ligado al Perú. Por ejemplo, en la definitiva salida de Pizarro hacia el imperio incaico (siempre desde Panamá), él y sus amigos vascos no sólo lo acompañaron sino que uno de los navíos de la expedición era propiedad del futuro Caballero de la Espuela Dorada. Esto ocurrió poco después de la Capitulación firmada en Toledo en junio de 1529, por la cual Francisco Pizarro quedó como vencedor en sus disputas con Diego de Almagro y Hernando de Luque (el otro socio de la expedición de 1524). La capitulación nombraba gobernador y capitán general vitalicio del Perú a Pizarro, dejando a Almagro reducido al mando de la fortaleza de Tumbes y al clérigo Luque a obispo del mismo lugar.
El 6 de Enero de 1535, luego de algunas dudas entre establecer la capital en el centro del territorio (según norma española) o colocarla cerca de un puerto de escape, el cerebral Pizarro se decidió por lo segundo y fundó la Ciudad de los Reyes (Lima) ; la que, desde esa fecha, fue centro de operaciones de todo lo que ocurriría en América del Sur, a excepción del Caribe, que tenía comunicación directa con España.
La ciudad de los Reyes y antes el Cuzco, serían los puntos de partida para las expediciones a todo el cono sur de América, empresas en las que nunca faltaron los vascos o "vizcaínos". Del Cuzco partió Almagro con muchos "vizcaínos" a la Conquista de Chile, donde no dejaron buena fama y de donde volvieron cariacontecidos por no haber hallado el oro que creyeron allí existía. Y varios de esos "vizcaínos" (Rada, Bilbao, Sojo, Arbolancha, Enciso, Navarro) fueron los que dieron muerte a Pizarro en su casa de Lima, (el que dio la estocada mortal habría sido Martín de Bilbao), lo que no fue el comienzo sino uno de los puntos culminantes de esa larga guerra civil en la que hubo vascos en los dos bandos.
De la Ciudad de los Reyes partió a Chile Alonso de Ercilla, en las huestes de Valdivia, para borrar la mala fama de la primera expedición, alcanzar gloria militar en la epopeya que fue la guerra contra los valerosos araucanos y deslumbrar al mundo con una joya literaria, La Araucana, un canto épico que, sin embargo, sólo en parte es crónica de la gesta en la que Ercilla demostró destreza y valor tan grandes con la espada y el arcabus como lo hizo luego con la pluma al rememorar desde España aquella heroica confrontación que no tuvo fin, pues nunca lograron los conquistadores dominar a Arauco. También de Lima salieron los vascos que encontraron renombre y riquezas pasmosas en Potosí. Y en Lima pasó buen tiempo don Juan de Garay, quien salió del Alto Perú para fundar Buenos Aires, lugar de arribo para muchísimos vascos en los siglos que siguieron.
Este es el país que en 1521 descubrió y entrevió sus riquezas el euskaldun don Pascual de Andagoya, el amigo de don Domingo de Soraluce, "Caballero de la Espuela Dorada".

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